jueves, 26 de enero de 2012

República Dominicana es sinónimo de playas paradisíacas

En los bares de la línea costera de Cabarete o en las calles estrechas de Paque Duarte resuenan las contagiosas cadencias.

La República Dominicana es, en el imaginario de los argentinos, sinónimo de playas paradisíacas de arenas blancas y mar turquesa. No en vano nuestros compatriotas están a la cabeza del ranking de los sudamericanos que visitan año tras año esa pequeña nación caribeña.

Más allá de la archiconocida propuesta de Punta Cana, el país tiene muchos rincones quizá no tan conocidos pero llenos de sorpresas. Lugares que fueron descubiertos mucho antes del boom del turismo en el Caribe, y que hoy narran infinitas historias y proponen imborrables postales.

Puerto Plata ?a doscientos kilómetros de Santo Domingo, sobre la costa norte del país- se pavonea orgullosa por deberle su nombre al mismísimo Cristóbal Colón. Resulta fácil comprender en qué estaba pensando el conquistador al bautizar a esta ciudad: el reflejo del sol sobre el Atlántico y la blanca arena envuelve el paisaje con un destello plateado.

Este escenario paradisíaco, con las palmeras, las aguas planchadas y tibias y las espaldas bien cubiertas por montañas de vegetación exuberante, tiene todas las condiciones para convertirse en un polo de atracción para turistas de todo el mundo.

Playas para todos los gustos

Los más cómodos encuentran lo que quieren en el complejo conocido como Playa Dorada. Allí se concentran 14 hoteles incluyendo los all inclusive, esa fórmula íntimamente ligada al éxito del turismo en Dominicana, donde es posible disfrutar de la playa, desarrollar actividades deportivas, asistir a espectáculos, comer y tomar tantos mojitos como el capricho mande sin necesidad de salir del hotel y todo por un mismo precio.

Pero, y aquí está el mayor secreto de Puerto Plata, a diferencia de otros destinos dominicanos también hay mucho para ver fuera de los límites del complejo turístico.

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